
Un simple paseo por las tiendas y malls basta para notar que algo no está bien. Detenerse a mirar a las personas corriendo, empujándose a veces, soportando el calor de la mejor manera posible, haciendo como que estamos en invierno cuando la realidad es otra, haciendo como que pasar por estos trámites es lindo y bueno cuando la realidad es otra.
Hace unos años nació en Chile un hombre muy especial. Su nombre era Alberto Hurtado Cruchaga, provenía de una muy buena familia, pero por malos manejos económicos y la muerte de su padre a sus 4 años tuvo que pasar por muchos aprietos. Se decidió a estudiar leyes para mantener a su madre y hermano, aunque secretamente deseaba ser sacerdote. Finalmente, tras titularse, pudo cumplir su sueño, se dedicó con todo el corazón a entregar su vida por los demás.
Una noche se encontró con Cristo vestido con las ropas de un pordiosero, que le pedía un hogar donde poder cobijarse, era una noche triste y fría... ese momento se le grabó en el corazón, en un retiro para señoras les plantea la idea de crear un Hogar para Cristo, el Hogar de Cristo, que hoy es uno de nuestros máximos orgullos, que acoje a los desposeídos, a los ancianos, a los niños en riesgo social.
Desde hace unos años se ha organizado en el Santuario del Hogar de Cristo la recolección de juguetes para los niños más de las familias que cobija y ayuda este hogar. Por estos días muchos voluntarios reciben los regalos, los clasifican por sexo y edad, y la noche de Navidad los entregan a las familias necesitadas.
Ojalá para muchos de nosotros esta Navidad sea una fecha especial y que nos llene del amor del Niño Jesús. Y que tratemos de ser un poquito como nuestro Alberto Hurtado, palabra viva y testimonio vivo del amor.