
Un proyecto novedoso y revolucionario para cambiar la forma de transporte público en Santiago de Chile. Así rezaban las presentaciones de este proyecto, en quien el gobierno ponía su mayor interés y nombraba como "su proyecto estrella"... un estrellón.
Este proyecto comenzó el 10 de febrero de 2007, con su marcha blanca de 2 semanas. Si bien se informó a los santiaguinos sobre los recorridos troncales y locales, se hizo evidente desde el primer día que el cambio dejaba muchísimas poblaciones sin recorridos, y en calles principales donde otrora circulaban 20 o más recorridos ahora solo quedaban uno o dos...

Entonces, comenzó a ser normal para muchos santiaguinos esperar por horas un bus, hacer colas, sufrir apretujones, pagar por un transporte informal, dejar de cancelar el servicio por su ineficacia, y así tantas situaciones más.

Y por supuesto, uno de los peores daños provocados por el Transantiago: el metro, que antes fuera nuestro orgullo por su limpieza, orden y puntualidad, ahora se ha convertido en un hervidero de personas tratando de llegar a su destino, aunque eso sea a punta de empujones, aglomeraciones, malos ratos.
Las razones técnicas de este fracaso son variadas, van desde la baja en los parámetros con que se comenzó a exigir a los empresarios ( buses nuevos con tecnología gps , choferes capacitados y más corteses, validadores de tarjeta de pago; hoy choferes estresados y prepotentes, buses antiguos repintados y validadores que se usan en forma ocasional producto de la evasión ), el incumplimiento de dichas empresas a los acuerdos en cuanto a infraestructura, frecuencia y cantidad de buses, hasta la evidente mala planificación de los recorridos realizado por consultores que ya han costado millones de pesos. Como solución a todos estos problemas, el gobierno ha decidido inyectar 290 millones de dólares extra, para paliar las pérdidas que ha provocado, y así seguir adelante.
Han pasado casi cuatro meses desde su implementación, en los noticieros solo se oye una sola voz, de todos los sectores: el Transantiago no sirve, hay que hacer serias y profundas modificaciones, quitar las concesiones a los empresarios que incumplen consecutivamente sus compromisos y rediseñar los trayectos.
Para que aquella anciana que esperaba su locomoción no vuelva a llorar por no tenerla, para que la impotencia se borre de todos los rostros y para que nos podamos sentir seres humanos dignos de respeto.

Y por supuesto, uno de los peores daños provocados por el Transantiago: el metro, que antes fuera nuestro orgullo por su limpieza, orden y puntualidad, ahora se ha convertido en un hervidero de personas tratando de llegar a su destino, aunque eso sea a punta de empujones, aglomeraciones, malos ratos.
Las razones técnicas de este fracaso son variadas, van desde la baja en los parámetros con que se comenzó a exigir a los empresarios ( buses nuevos con tecnología gps , choferes capacitados y más corteses, validadores de tarjeta de pago; hoy choferes estresados y prepotentes, buses antiguos repintados y validadores que se usan en forma ocasional producto de la evasión ), el incumplimiento de dichas empresas a los acuerdos en cuanto a infraestructura, frecuencia y cantidad de buses, hasta la evidente mala planificación de los recorridos realizado por consultores que ya han costado millones de pesos. Como solución a todos estos problemas, el gobierno ha decidido inyectar 290 millones de dólares extra, para paliar las pérdidas que ha provocado, y así seguir adelante.
Han pasado casi cuatro meses desde su implementación, en los noticieros solo se oye una sola voz, de todos los sectores: el Transantiago no sirve, hay que hacer serias y profundas modificaciones, quitar las concesiones a los empresarios que incumplen consecutivamente sus compromisos y rediseñar los trayectos.
Para que aquella anciana que esperaba su locomoción no vuelva a llorar por no tenerla, para que la impotencia se borre de todos los rostros y para que nos podamos sentir seres humanos dignos de respeto.





